Sevilla es una ciudad para
disfrutarla en la calle. Es la idiosincracia del sevillano, al que le gusta
compartir sus momentos de ocio sintiendo la ciudad y formando parte de ella. Es
una costumbre muy asentada, tanto del sevillano como del visitante, salir a
comer fuera los días de ocio. El clima invita habitualmente a ello. Los rayos
de sol dan energía y vida, y siempre es preferible compartir un rato de
tertulia con la familia y amigos tomando el aire que en el interior de un local.
Hasta ahí debemos estar todos de acuerdo. Ocurre que esta forma de vida tiene
que ser compatible con el derecho al descanso de los ciudadanos. Todos hemos
visto alguna vez perturbado este derecho de la misma manera que todos hemos molestado
en alguna ocasión a alguien a costa de nuestra diversión. Un difícil equilibrio
para el que todavía no existe, ni creo que exista, una romana capaz de
equilibrar.
El centro de las miradas
vecinales está ahora en la calle Arfe, una pequeña vía del Arenal en la que han
proliferado los bares de copas. Desde hace años, no ahora, la convivencia ha
sido complicada entre los vecinos y hosteleros. Unos quieren una calle silente
y los otros y con todo el derecho del mundo y con el visto bueno municipal han
abierto un negocio que les sirve de sustento. Conozco a algunos de ellos y créanme,
son gente joven que con mucho esfuerzo han arriesgado su dinero, han creado
puestos de trabajo y ofrecen un servicio muy demandado por la sociedad. Guste o
no guste y aunque parezca lo que no es y otros quieren ver, es así. La virtud
de ser emprendedor hoy día debe ser hasta aplaudida por todos. Sin ellos será
cuando este país se vaya a pique definitivamente. Es la economía real, la
necesaria y la que se aleja de la especulativa,ésa que nos ha llevado a la
situación actual.
Poner el punto de mira en el último negocio que ha llegado a
la calle (El Gallo Negro) y que tiene
toda su documentación en regla –les pido que me crean de nuevo- me parece un
acto de injusticia. Quizás, el Ayuntamiento de Sevilla tendría que haber regulado las
licencias, los horarios y compatibilizar el derecho al descanso, al ocio y al
negocio hace mucho tiempo y no funcionar a golpe de los titulares que ofrece un
respetable vecino que también vela por sus intereses y que, seguramente, se
haya tomado alguna vez un gintonic en una terracita.
Hola Antonio, la verdad es que es incontestable tu post pues el argumentario está lleno de razón.
ResponderEliminarEn una ciudad donde el principal problema de muchas familias es el paro hay que promover, apoyar y facilitar la creacción de empresas y más cuando éstas no solo producen la autosostenibilidad del empresario, sino que generan trabajo a terceros y contribuyen de paso con el mantenimiento de la cultura e idiosincrasia sevillana (aunque no estoy seguro que esa contribución a la imagen de Sevilla sea la mejor).
Dicho esto, quiero llamar la atención sobre la corresponsabilidad de todos para respetar los derechos y cumplir con las obligaciones de cada uno de nosotros: vecinos (con tolerancia y comprensión hacia este tipo de establecimientos, aunque nos imaginamos un bar de estos en los bajos de nuestro salón o nuestro dormitorio?), usuarios (algo de educación cívica para no vociferar, ensuciar, beber, etc en la calle), ayuntamiento (ejerciendo también sus funciones como inspector del cumplimiento normativo y no solo como legislador o recaudador) y empresarios (cumpliendo todas las normas y no solo aquellas que nos resultan fáciles).