Jose y Fede, como los llaman en el vestuario, marcaron ayer su nombre a
fuego en la historia del Sevilla. Hasta horas antes del partido casi nadie daba
un duro por ellos, menos su entrenador. Federico Fazio llegaba al derbi muy
señalado por la grada sevillista y todo apuntaba que jugaría Alberto Botía en
lugar del argentino. Sus errores defensivos han provocado en más de una ocasión
el run run de la grada por la inseguridad que reflejaba y que transmitía a sus
compañeros. Cada error suyo que terminaba en gol del rival provocaba la ira del
respetable, que lo tenía entre ceja y ceja sin discernir que en fútbol atacan
once y defienden otros tantos. El chaval, imagino, ha tenido que pasarlo
demasiado mal aunque tengo la impresión de que es un tipo bastante impermeable
y no habrá tenido que llegar a jugar en el Sánchez-Pizjuán con tapones en los
oídos como tuvo que hacer un día Paco Gallardo. Ayer marcó dos goles en una de
las victorias más contundentes que el Sevilla ha endosado a su eterno rival y, a
buen seguro, tiene la camiseta de titular reservada para el domingo. En Granada
lo sacaron del partido en el descanso y seguramente echó demonios por la boca.
Ayer también los echó, pero de liberación y rabia. Es pronto para saber si el derbi
del 5-1 servirá para que vuelva a ser ese jugador que deslumbraba con su
zancada y su juego aéreo y del que Manolo Jiménez repetía y repetía que el
Sevilla había encontrado a un gran mediocentro -alguien lo llegó a comprar con
Fernando Redondo- por el precio de un central. Pero lo que sí está claro es que
el jugador no estaba para regalarlo a precio de saldo ni tampoco para dejarlo
que se marchitara en el banquillo viendo cómo pasa la vida por delante de sus
ojos. El fútbol vuelve a dar oportunidades pero hay que saber estar en el
sitio. Fede estuvo, y en una de ellas gracias al balón que le puso Jose desde
la izquierda.
La historia de éste, guarda un paralelismo enorme con la del argentino. Personalmente,
yo sí apostaba porque arrancaría de titular ya que Míchel tendría la coartada
perfecta ocurriera lo que ocurriera. Sí salía mal y el de Utrera, canterano y
sevillista desde niño, mostraba en un derbi su apatía habitual desde que
regresara al Sevilla las órdenes estarían claras: se le pone al niño un lazito
rojo y a ver quién pica en el mercado de invierno. Pero la apuesta al doble o
nada de Míchel salió cara y ahora Jose vuelve a ser ese ídolo del sevillismo
que se fue un día entre lágrimas a Londres y dejó casi saneadas las cuentas del
club. El fútbol ha vuelto a dar una oportunidad a los dos. La grada ya les ha concedido
su indulgencia casi eterna porque lo de ayer será muy difícil de repetir. Ahora
les tocará de nuevo a ellos saber qué quieren realmente y hasta dónde quieren
llegar. Lo de ayer ya pasó, ahora toca esperar.
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