Resulta extraño, aunque no
debería serlo, que un futbolista tenga la mente abierta y se interese por la
cultura, la historia y la idiosincrasia de la ciudad en la que vive. No quiero
decir que todos estén cortados por el mismo patrón y tengan un pensamiento
plano, pero realmente choca ver a un futbolista culto, con buen léxico, aficionado
a la lectura, a la historia, al cine –no a las pelis- y con un interés real por
saber cómo es la gente que le rodea y cómo son las historias y las costumbres
de la ciudad en la que vive. Hoy por hoy, este tipo de futbolistas parecen un bicho raro y son carne de entrevista porque entre sus aficiones no están los videojuegos. Más allá del jamón y la Cruzcampo, como dijo en su despedida, Julien Escudé ha demostrado que se ha empapado bastante bien de
cómo es Sevilla y cómo son sus habitantes. Se ha pateado el centro de la ciudad
para rozarse con los sevillanos y saber cómo pensamos y actuamos. No era muy
difícil verlo por sus calles una tarde cualquiera. Después de seis años
viviendo en Sevilla ha demostrado que la ciudad le ha calado hondo, pero
fundamentalmente porque él se ha dejado calar, algo muy difícil en los tiempos
actuales con jóvenes talentos del fútbol que con la cartera bien llena se aíslan
en una burbuja que les va lastrando día a día y difícilmente les permitirá
desenvolverse en la vida con soltura una vez que abandonen el fútbol. El
Sevilla pierde a un gran central, uno de los mejores a los que pocas veces he
visto pegar un balonazo, pero ha ganado un gran embajador. En el fútbol son
necesarias las personas así. Lástima que en Turquía, el bueno de Julien no
disfrutará de esas mañanitas de niebla con sus tardecitas de paseo.
yo soy bético y no tengo más remedio que quitarme el sombrero ante este señor. Chapó.
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