Siempre he considerado a la peña Biri-Biri un mal necesario para el Sevilla Fútbol Club. Acudo al Sánchez-Pizjuán desde que tengo uso de razón y siempre he tenido una doble visión de ellos. Que animan mucho, sí. Y en más de una ocasión sin ellos el estadio de Nervión no habría sido determinante para ganar algunos partidos. Muchos, seguramente. Mi otra percepción de ellos es que, en buena mayoría, son unos desalmados incívicos que buscan continuamente una bronca para entretenerse y pasar el rato. Pues también. ¿Y qué hacemos? Ahora que la tensión entre esta peña y el presidente del club, José María del Nido, crece día a día por la decisión del club de acabar con los violentos, los Biris amenazan con no acudir al estadio. Una postura infantil que lo único que esconde es la intención de continuar con la violencia en el fútbol con el argumento de que si los tildan de delincuentes, el presidente Del Nido debería meterse bajo tierra tras su condena por el caso minutas. De esta manera, si el club cede y decide no meterse en una guerra que le costará muchos dolores de cabeza, las gradas continuarán llenan de bengalas y los violentos buscarán la mínima excusa para liarse a trompazos con los aficionados rivales en cualquier momento. Muy bonito. ¿No sería más fácil que ellos mismos, si se jactan de ser la mejor afición del país, hicieran una purga interna para que los indeseables no se mezclen en la grada con ellos y el nombre de unos pocos manche el de la mayoría? Pues parece que no. Entonces, por mi parte, se pueden quedar fuera. Mano dura, presidente.
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